L’Observateurs

Estamos ante una de las obras y temáticas más repetidas por el autor. L’Observateurs es quizá la más acabada y grande en tamaño, no contiene alardes compositivos, ni exige de gran poder de observación escenográfico. Personajes perdidos en páramos desolados, a veces secarrales yermos, a veces superficies pantanosas bajo cielos imposibles, sin una luz definida por la ausencia total de sombras. Tres personajes, escorados a la izquierda de la obra ambulan por lo que parece ser una laguna poco profunda, rematada al fondo por unas colinas incomprensiblemente amarillentas. La presencia de esos contornos humanos, de los que solo se aprecian la silueta de formas esbeltas, es potente y enigmática, y barre en cierto modo la idea de absurdo conforme examinamos la obra en su conjunto, pues empiezan a llegarnos preguntas a cerca de quienes pueden ser, que hacen allí, de donde vienen o a donde se dirigen. El título de la obra, “los observadores” en castellano, no da demasiadas pistas, si bien pese a lo repetido del ejercicio, ninguna de las obras, todas ellas similares en apariencia, nadie puede negar la inquietud y desconcierto que trasmiten esas figuras, en esta ocasión bajo una pátina casi del Renacimiento de verdes y turquesas bellísima . Seres perdidos en un limbo terrenal, reflejo inequívoco de la insuficiencia existencial, presencias humanas cargadas de duda y misterio, dejadez o abandono, expectación, o la naturaleza nómada del artista, ¿quién lo sabe?

Las dimensiones de la obra son 128 x 69 cm.

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